La droga, sus vendedores, sus compradores, el crimen y el «siga siga» político y social

Gabriel Conte
Gabriel Contehttps://gabrielconte.com.ar/
Soy Gabriel Conte, periodista. Fundé el diario Memo (memo.com.ar) en 2019. Creé y dirigí en los años ’90 la hoja de cultura El Comunero. Fui director de la revista Mendosat y durante 12 años trabajé como periodista, subdirector y luego director del portal MDZ, además de ser director de MDZ Radio. Mis primeros pasos en el periodismo los di en LV10 Radio de Cuyo. Mi programa «Tormenta de ideas» entrevistó a unos 30 mandatarios y expresidentes, premios Nobel y figuras destacadas del mundo, por Radio Nihuil. He colaborado con medios de Argentina y el extranjero.

El problema de los crímenes del narcotráfico surge por ser una actividad clandestina, pero además, porque no se aborda el problema si no estalla como inseguridad. Abordarlo antes e integralmente.

Todo el mundo parece escandalizarse con la problemática del narcotráfico, pero apenas uno mete un pie en la profundidad del tema, aparecen ramificaciones que terminan por explicar por qué no se corta de cuajo su reinado pleno.

Es una actividad económica clandestina, por lo que toda una corriente de opinión indica que, si no fuera ilegal, si se abriera bajo la oferta, la demanda y un mínimo de regulación sanitaria su consumo, se caería la estructura criminal.

Otro de los asuntos que emergen es que los consumidores de drogas (en su amplísima diversidad) se escandalizan por la inseguridad del narcotráfico y el narcomenudeo, pero no se creen parte del problema.

Es posible que algunos de los que tienen que definir qué hacer con el tráfico de drogas o que tengan notable incidencia en la opinión pública, sean consumidores: es decir, compradores en el mercado ilegal. Por lo tanto, se entiende que la tendencia sea a avalar gestos rimbombantes con escasas consecuencias. «Que no se corte», debe ser su deseo y por lo tanto, su accionar.

En el amplio mundo del negocio de las drogas aparecen niveles diferenciados: los «persas» para sectores populares, los dealers o «malls» para la clase media aspiracional y el narcoglamour disfrazado de eventos top, para los sectores altos.

Todos sus protagonistas parecen estar convencidos de que «todo el mundo se droga» y, por lo tanto, pasados los remesones de hechos criminales altamente impactantes en las líneas gerenciales o de logística de la droga, bajan la guardia, toleran, aguantan, desean que se disimulen las divergencias entre proveedores.

Esto es una síntesis apretada y para nada pretende ser un reporte real y científico profundo de lo que pasa. Sirve para comprender que hay tensiones en el tema narco y asoma un teorema: en ese mundo de oferta y demanda, todos los «malos» son malos y no todos los «buenos» son tan buenos.

Hay que romper la hipocresía y abocar a todo el Estado a estudiar a fondo el tema: si es posible liberar el consumo para quitarle su clandestinidad y así, intervenir en una economía irregular manchada con sangre; ofrecer canales de tratamiento a las personas con consumo problemático y controlar los eventos «top» igual -ni más ni menos- que se hace con las barriadas marginales, porque allí se mueve muy probablemente el lavado de divisas de un negoción que tiene como rehén a toda la sociedad.

Es probable que todo lo demás que se anuncia con bombos y platillos resulte poco más que fuegos artificiales para que todo siga igual (de mal) y calmar los ánimos los detractores que están en los hogares que solo pretenden vivir y dejar vivir, sin comprar ni vender drogas.