El error de los polÃticos de creerse eternos e intocables solo por haber obtenido un cargo, y no usarlo para las grandes transformaciones que hacen falta.
¿Cuánto es el daño que el marketing le ha hecho al funcionamiento de las instituciones?ÂEl«quedar bien» o el evaluar exageradamente cómo una polÃtica pública o una simple decisión de gestión impactarÃa en el electorado, ampliando o disminuyendo las chances de seguir en la rueda del poder, ha infringido a los gobiernos una herida incurable. Hoy, con el enojo de la gente por no haber hecho (o hacer, aún hoy, en presente) lo que se debÃa, parece no tener bálsamo y, por lo tanto, todas aquellas presuntas precauciones a la hora de gobernar se desmoronan cuando se vota por gente que no sabe gobernar.
CuandoÂquienes están al frente de la gestión recurren a las encuestas, podrÃan hacerlo para medir posibles impactos y solo eso, sin miedo. Sin embargo, el terror a perder la próxima elección viene condicionando a la polÃtica en forma viciosa. De tal forma, si pronostican un rechazo, postergan y hasta anulan decisiones cruciales. Ha habido casos deÂgobiernos que han preferido no hacer absolutamente nada, dormidos sobre las reposeras del buen augurio de las encuestas y temerosos de que, al hacer «algo», eso cambiara.
Sin embargo,Âel liderazgo se construye con acciones simpáticas, pero también con las antipáticas.Â
Por ganar una elección no se es lÃder, automáticamente.ÂSe llega a ser considerado de tal forma cuando la sociedad se da cuenta, tarde o temprano (en el calendario electoral, que es lo único que parece mover a la polÃtica de hoy) de queÂel gobernante supo trazar un camino, enfrentarse a la adversidad (inclusive, a la opinión pública) y definir un futuro en el horizonte.
Hoy, si es que alguien está atento aÂla agenda propia de los legisladores mendocinos, por ejemplo, puede verse con relativa facilidad que se opta por un simplismo en el ejercicio de tal representación que irrita.
Les llaman «proyectos» a notas con ocurrencias, buenas intenciones o traslado de pedidos de alguna tÃa o vecino al máximo foro de representación que tiene Mendoza. No se dan cuenta de que son un «seleccionado» que surge de dos millones de habitantes, un puñado de elegidos por el voto popular.Â
PrefierenÂpensarse a sà mismos desde sus privilegios y no desde su responsabilidad.
Hoy, los proyectos verdaderamente justificados, con fundamentación, desarrollo, cálculos de costos y posibles consecuencias son losÂenviados por el Poder Ejecutivo. Los legisladores -salvo excepciones, ya que por supuesto que siempre las hay-Âcreen que solo deben opinar, y ya se saben que eso es gratuito y no hay un reglamento en torno a la calidad que debe tener la opinión emitida.
Es queÂsus asesores son esposas, maridos, parientes o militantes, y se puede ver a simple vista que los rodean personas que les dan vuelta, a su paso, con celulares enfocándolos, haciendo algunaÂhistoria para las redes sociales. Poco más que eso. Al punto de queÂse ha pervertido la dimensión de la palabra «asesor»: aquellos que eran capaces de otorgarle sustancia a un legislador que, obviamente, no tiene por qué saberlo todo, se ha vuelto un «conchabo» más que no requiere de mérito ni capacitación, sino apenas de lealtad, amistad o parentesco.
La polÃtica cree que solucionará su pésima imagen con simpatÃa y algún ensayo de empatÃa con los sectores enojados. Ya lo verá: no le sirve enojarse también para salvarse asà del enojo de la gente. Falta calidad, que no se puede comprar en Mercado Libre.
Lo más interesante que podrÃa hacer un cuerpo legislativo esÂdetectar mediante un proceso serio y sin intereses personales de por medio, los 10 problemas principales de Mendoza, y abocarse de lleno a dos cosas:
1- Despejar de normas absurdas preexistentes, contradictorias, ineficaces, prescriptas de hecho.
2- Buscar y encontrar soluciones a los problemas, abriendo debates, pero también sabiendo cerrarlos para obtener resultados.
Es que«Quod natura non dat, Salmantica non præstat» (Lo que la naturaleza no da, Salamanca no lo otorga).