La portavoz presidencial Gabriela Cerruti abrió una polémica rara, como si no pasara nada más importante en el país: se detuvo en un dato del libro de Silvia Mercado en el que habló de las costumbres noctámbulas del presidente Alberto Fernández.

El libro de Silvia Mercado «El presidente que no quiso ser» (Planeta), de la periodista Silvia Mercado, desnuda a Alberto Fernández, un presidente que hemos visto con filtros y atenuantes debido a las circunstancias, y a quien se le perdonan más cosas que a cualquier otro. El elegido por Cristina Kirchner jamás hubiera llegado a tal cargo de no mediar la decisión de la otrora todopoderosa figura de la política argentina, hoy en baja y con otro escogido, Sergio Massa, quien tampoco es de su «riñón» y que viene de odiarla con fuerza y públicamente en el pasado reciente.

La portavoz del Presidente, que supo ejercer el periodismo y escribir biografías («El Jefe», sobre Menem; «El Pibe», sobre Macri) se sintió justo esta semana, en la necesidad de desmentir que al presidente le guste quedarse bebiendo bebidas alcohólicas. Lo hizo atacando, una vez más, a Mercado, a quien parece tener en la mira por no cuadrarse al disciplinamiento del pensamiento que parece propugnar desde su inventado cargo. Justo esta semana, en la que podría haber repasado los indicadores del primer año de Sergio Massa como ministro de Economía, tras el desplazamiento de Martín Guzmán y el chasco de Silvina Batakis.

Mercado, en su libro, da cuenta de algunos caprichos de Alberto Fernández, como «…quedarse tomando alcohol hasta altas horas de la madrugada…», en un ejercicio de noctambulismo que lo linkea a la adolescencia y le perjudica las mañanas, cuando tiene algo en agenda.

Cerruti leyó el párrafo ante los periodistas acreditados en Casa Rosada, en tono descalificador hacia la autora, y ante la recriminación de Mercado respondió: «Leí el párrafo ante sus colegas luego de que usted lo negara. Entiendo que quiera promocionar su libro, pero no hay posibilidad de arreglar con ningún contexto que usted escribió que el Presidente era alcohólico cuando todos sabemos que sólo toma pomelo».

Mercado no dijo que era alcohólico, precisamente. Beber alcohol, como se lo ha visto en sus raras intervenciones en redes bebiendo cerveza, no lo es. Esos mismos videos del Presidente desmienten, además, que «todos sabemos que solo toma pomelo». Pero hay algo más, y es que fuera de cualquier investigación periodística, hay algo más grave, como que desde adentro del peronismo se hace alusión al «Tío Borracho», como es el caso de Sergio Berni, ministro de Seguridad bonaerense, por ejemplo. Pero como siempre, «Berni podrá ser un mentiroso, pero es ‘nuestro mentiroso'», podría afirmarse en el universo del Gobierno.

Lo que no ha conseguido, por ejemplo, el portal periodístico El Disenso es la apertura de datos de información pública en torno a las compras de bebidas alcohólicas en la Residencia Presidencial de Olivos. Ya sabemos que insumía en febrero 2021 unos 22 millones de pesos por mes y 87 mil pesos en gaseosas de pomelo, efectivamente. Apliquémosle a eso la inflación correspondiente.

De tal modo que, si Cerruti quiere, que se discuta en torno a cuan afecto a beber alcohol es el presidente al que le quedan unos 120 días en el poder. Pero que lo haga con datos, ya que los debería tener y es su obligación ofrecerlos.

Fernández bebiendo «no pomelo»

El libro de Mercado

La periodistaSilvia Mercadodesgaja aAlberto Fernándezcomo a una mandarina y en cada gajo, halla una amargura que reprocha no haber considerado antes que se trataba de un fruto no apto para consumo. Más allá de la metáfora, el libro «El presidente que no quiso ser»(Planeta) ofrece los antecedentes que demuestran queFernández no estaba preparado para encarar la misión de gobernar el paíse indaga sobre losmotivos reales y circunstanciasen las que fue elegido porCristina Kirchnerpara ocupar ese cargo.

Hay algo más -y si no, no sería novedad- y es que Mercado revela lo que muchos repiten en voz baja y no se habían hasta ahora a publicar: que aquel Fernández pre anuncio de candidatura, que no cesaba en diferenciarse de la ahora vicepresidenta, estaba enuna difícil situación económicaa tal punto de que dejó de pagar el alquiler al departamento que habitaba en Puerto Madero y que es propiedad del empresario publicitarioPepe Albistury su esposa, la desde ahora ministra,Victoria Tolosa Paz. Junto a ello, la autora indica quehubo una millonaria cifra de por medio para «salvarlo» hasta el final de sus días, con tal de que se transformara en títere de quien lo proponía para poder llegar a laCasa Rosada.Habla de la intervención de Cuba en el plan cristinista.

Hasta que se publicaran los datos de este libro teníamos a Fernández por un «hombre gris». Ahora se conoce todo sobreuna opacidad personal y profesional que perjudica a todo un país.

Los detalles sobre la vida como presidente de Fernández a los que accedió Mercado con una amplia red de fuentes oficiales, oficiosas y enoff the récord, son inquietantes. Cualquiera podría sospechar en torno a susviciosodesproporcionadas costumbresen torno a nocturnidad, alimentación u horarios de acción por día. Pero en«El presidente que no quiso ser»hay datos concretos que confirman esas simples apuestas que surgen con solo seguirlo o bien, las multiplican.

Mercado repasa el pasado presidencial y nos cachetea a todos por no habernos dado cuenta antes de quién se trataba el personaje:multipartidario, dueño de escasas verdades, traidor de sus amigos, resbaladizo ante la justicia, pone en contexto cada calificativo en su contra y suma antecedentes que daban cuenta de que no era más que el trampolín para algo que no ayudó a que sucediera: una reivindicación histórica de CFK.

Hay otros asuntos de lavida diaria y personal del Presidentecon los que se inicia el libro y que el promedio luego de lectura, reaparecen para ser rematados sin indirectas sobre el final:su real relación con Fabiola Yáñez y con otras mujeres, sus hábitos y hasta el estado de salud de su psiquis.

Alguien dijo, cuando se echó a rodar la edición, que era «demasiado pronto» para evaluar a un mandatario al que le queda un año por delante. Por el contrario, tal vez la autora nos esté alertando un poco tarde, y al despabilarnos, comparte muchas de las culpas de quien ocupa la primra magistratura del país.

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