La edición 105 de la hoja de cultura El Comunero, correspondiente al 10 de mayo de 1998. Teitelboim, Letanía Beat, la revista Mendosat, el inicio de la Fundación Nueva Mendoza, un libro sobre García Lorca y un texto de Nicolás Marengo.

Aquí recuperamos El Comunero/105. La publicación del 10 de mayo de 1998 dirigida por Gabriel Conte, menciona como colaboradores a Santiago Navarra, Rosebud, Cristian Rodríguez, Flavia Herrera, Martín Appiolaza, Daniel Fanelli, Carlos Coria y Nicolás Marengo.

En este número, la crónica de la visita del escritor chileno y emblemático dirigente del Partido Comunista, Volodia Teitelboim, que fue recibido en el Concejo Deliberante de Guaymallén, en donde expuso.

Además, los anuncios de presentación del libro «Letanía Beat», de Luis Ábrego, en el ya inexistente Auditorio Galli de Avenida San Martín, editado por Diógenes, la editora que creó y condujo Alejandro Crimi.

También se anunciaba el lanzamiento de la Fundación Nueva Mendoza, presidida por Gabriel Fidel y cuyo consejo asesor integraban Elvira Calle, Luis Triviño, David Eaton, Aldo Isuani, Jorge Silva y Raúl Vicchi.

Tuvo un espacio la revista Mendosat, bimensual y editada por el Sindicato Argentino de la Televisión (SAT). Un texto literario denominado «Este hombre», de Nicolás Marengo y la reseña del libro «Vida, Pasión y Muerte de Federico García Lorca» y otro más: «García Lorca: biografía esencial».

Boim. Teitelboim

Por Gabriel Conte

El 4 de mayo de 1998 el escritor y dirigente político chileno Volodia Teitelboim era recibido como «Visitante ilustre» en el Concejo Deliberante de Guaymallén. Me tocó darle la bienvenida como vicepresidente del Cuerpo a cargo de su conducción y de intercambiar palabras. Pero fundamentalmente, me tocó –con placer- escucharlo.

Con vergüenza y descaro le regalé un ejemplar de mi libro «Cajón de sastre». Tomó una lapicera del bolsillo interior del saco, abrió «Voy a vivirme», sobre su amigo Neruda (por entonces, su último libro) y me lo dedicó: «para Gabriel Conte, el poeta nos sigue acompañando. Con el afecto de V.T.»

Solo, estuvo solo. El gobierno y la Universidad y algunos medios también ignoraron su presencia en Mendoza. Murió 10 años después de aquella visita

Así lo escribí en el número 105 del 10 de mayo de 1998 en la hoja de cultura El Comunero, editaba por entonces:

«La soledad con la que los grandes intelectuales chocan cuando llegan a Mendoza no hace mella en su destino. Que se sepa. Si esa es la intención de las universidades, de la dirigencia política, de los gobernantes, sepan que han fracasado».

Esta semana estuvo en la provincia uno de los escritores y políticos más importantes de Chile, Volodia Teitelboim. Sabido es en estas latitudes que cuando un escritor es grande en su país, ge­neralmente también lo es para nuestro subconti­nente. Tal el caso de Teitelboim.

Una semana atrás habían abandonado la provin­cia el cubano Eliseo Alberto y el nicaragüense Sergio Ramírez. También pasaron intelectuales como el italiano Riccardo Campa y el belga Gerard Fourez. Un grupo de escritores italianos junto a la autora argentina Marta Mercader también estuvieron en Mendoza esta semana.

Todo esto viene a cuenta porque, a pesar de que algún medio lo publicó, en general, sus presencias -salvo alguna en particular- han pasado desapercibido para la intelectualidad mendocina, los «centros de conocimiento» -y en especial la Universidad Nacional de Cuyo- las autoridades provinciales y la dirigencia en general. El caso del desplante a Sergio Ramírez tal vez sea el más patético, ya que, como lo recordó Andrés Gabrielli en el Foro de Estado y Cultura, es nada menos que el ex vicepresidente de Nicaragua. Pero no cualquier vicepresidente. Fue el vicepresidente durante el gobierno de la revolución del sandinismo. Y a ningún funcionario provincial -léase el Gobernador- se le ocurrió recibirlo, saludarlo, dialogar con él, asistir, siquiera, a la presentación de su premiado libro Margarita, está linda la mar.

Volodia

El chileno estuvo aquí en 1998 por invitación del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos y el Centro Cultural de la Cooperación, una misma cosa, en definitiva. Presentó su último libro, Voy a vivirme. Variaciones y complementos nerudianos., editado por Dolmen en Chile. Venía de presentarlo en la Feria del Libro de Buenos Aires y dio aquí una charla -presentado por Julio Rudman, que ya lo había entrevistado semanas atrás en su programa Buena Letra, de Nihuil.

En la conferencia de prensa, Rudman, Martín Guidone de FM Fénix de Guaymallén, Patricia Rodón del UNO y El Comunero. Un periodista de Libertador lo entrevistó antes de que fuera declarado Visitante Ilustre de Guaymallén por su Concejo Deliberante y Marcelo Sivera, de LV10 lo entrevistó vía telefónica. Por lo demás, Los Andes ni se enteró -teóricamente- de su presencia y actividades ni se hizo eco -al igual que casi todos los otros medios- del homenaje que Teitelboim recibió en Guaymallén, en donde pronunció un emotivo discurso sobre la unidad cuyano chilena. Y desde nuestros «centros del conocimiento», cero».

Aclaraciones mediante, pudimos explicar a muchos de quién se trataba.

Pero, aun así, para sorpresa del prestigioso autor, muchos por aquí lo conocían. Ya por su obra literaria o por su lucha política. Volodia (así fue más fácil llamarlo) es uno de los miembros de la denominada «Generación del 38» de la literatura chilena.

Su pasión por la novela sigue latente, aunque es más conocido por su rol de biógrafo. Entre quienes ha retratado se encuentran Gabriela Mistral, Borges, Neruda, Huidobro. Dirigió la revista Aurora y durante su exilio -Pinochet mediante- fue director de Araucaria de Chile, editada en España.

De Teitelboim para Borges

• «Le gustaban las dictaduras de los caballeros. Su historia personal así se lo indicaba».

• «El mismo habló de la existencia de dos Borges. Era una concepción que vivía en el discurso. Yo creo que en el fondo había uno sólo. U ochenta y cuatro. Lo encuentro apasionante, pero también desdichado».

• «Si escribí sobre él, lo hice respetándolo, no cayendo en una adoración boba».

Voy a vivirme

Teitelboim, en su nuevo libro, redescubre a Ne­ruda. Intenta desnudarlo, enumera situaciones íntimas pero no llega a desarrollarlas. Suma anéc­dotas al análisis de la obra del autor.

Recuerda permanentemente su militancia comunista -partido del cual Teitelboim fue uno de sus mayores dirigen­tes en Chile- e intenta construir una idea de perso­nalidad de Neruda. Desde su soledad en lejanos consulados asiáticos hasta el desenfrenado ejerci­cio del amor por las mujeres. Y denuncia una moda nerudiana: El conjunto irlandés U-2, con Bono a la cabeza, va a Isla Negra no para depositar sino para sacar una flor de su tumba. Luego le cantan ante setenta mil asistentes, la mayoría mucha­chos, en un Estadio Nacional que baila al ritmo del rock».

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