Todos los partidos están partidos. Votan diferente, se quiebran hacia adentro e, inclusive, la «nueva polÃtica» envejeció de golpe.
Hay muchas formas de comprender lo que está pasando con los partidos polÃticos, que en el Congreso -por citar uno de sus escenarios caóticos actuales- ha llevado a votar en forma diferente a miembros de un mismo bloque partidario. Inclusive, se puede no comprender nada y quedarse con eso.
Pero dos maneras de meterse en tema, si es que realmente interesa el presente y futuro del paÃs, son:
1- Comprar pochoclo y mirar qué pasa, concluyendo en forma sumarÃsima que «todos son iguales» y, por lo tanto, decidir que en la próxima elección no votará, o bien, que buscará la propuesta más loca para regalarse su voto. Tienen todo el derecho.
2- Escuchar a cada una de las partes dentro de cada fuerza y evaluar sus posicionamientos encontrados, por qué los sostienen y en qué radican las diferencias.
El primero de los casos no tiene colofón, simplemente se estará aportando a la espiral de degradación democrática que afecta no solo a la Argentina, sino al mundo. Es que la demanda de inmediatez impide que mucha gente se tome el tiempo necesario para escuchar, aprender y, de tal modo, separar lo que podrÃa caracterizarse como la paja del trigo.
En el segundo caso podrÃamos decir, yendo contra la corriente imperante en la discusión pública, que es positiva la división y la discusión. Es que de allà podemos obtener aproximaciones a quiénes llegaron a los cargos polÃticos, con qué intenciones, a qué responden y qué puede esperarse de ellos. Más: si tienen opiniones propias o son testaferros de las opiniones de otros; si sus intenciones buscan una mejorÃa general o son, en realidad, emergentes de corporaciones que los tienen allà para defender sus intereses particulares, y no los generales.
Todo eso puede ser y es legal.
Pero ser ciudadano no es solo votar y esperar. El ejercicio de la ciudadanÃa implica tomarse el tiempo para ver qué, quiénes, por qué y para qué están en los puestos polÃticos.
Por eso es bueno que haya este caos. Del silencio cómplice poco bueno ha salido. Y la sociedad pudo haber pensado que «qué lindo cómo están todos unidos», cuando en realidad estaban escondidos haciendo tropelÃas tras la aparente calma.
Este miércoles hubo dos escenarios que observar: el voto por el DNU con los 100 mil millones de pesos de gastos reservados para la SIDE, que fue rechazado con votos transversales y que demostró a todos los bloques quebrados. El otro fue la audiencia pública en la que el juez Ariel Lijo respondió acusaciones en su contra, en el camino (necesariamente) sinuoso hacia un posible curul en la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
En ambos hubo posturas divergentes dentro de mismos grupos parlamentarios. Y en todos los casos hubo razones fundadas.
Hay que escuchar más y enojarse menos. Y comprender que la polÃtica, lejos de ser uniformidad y silencio, es esto: tensión, polémica, argumentos en sentido contrario, fundamentos diversos y también, por supuesto, diálogo. Y que los paÃses se gobiernan con polÃtica, no sin ella.
Pero hay un «trabajo» que debe hacer cada ciudadano: ocuparse, preocuparse, escuchar. No todos parecen dispuestos y la solución fácil de generalizar y rechazar siempre está a mano.