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jueves, diciembre 4, 2025

Las 5 etapas de un político en campaña

Una versión de La Picada en día de elecciones, con análisis psicológico para políticos que hoy cierran etapas. Algunos, para empezar otra. Muchos, para buscar otra cosa a qué dedicarse. ¿Es solo un juego de apuestas y puro azar ser parte de una candidatura? Juguemos con las etapas del duelo de Elisabeth Kübler-Ross.

La teoría de las 5 fases del duelo de la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross es uno de los modelos psicológicos más conocidos, comentados y aplicados para el análisis del duelo. Estos cinco estadios son la negación, la ira, la negociación, la depresión y la aceptación, y tienen lugar en mayor o menor grado siempre que sufrimos una pérdida.

Aquí, intentamos aplicárselo a un político en campaña, ya que lo que se vive es un desafío que, para su persona, es límite. Tanto ganar como perder determinarán su futuro. Si su vida pasa solo por la aspiración de un cargo a otro, todo el tiempo, se vive en modo similar a un proceso dramático. Y parece ser el caso promedio de la dirigencia que hay en Mendoza, salvo excepciones, como siempre, de las que no da para hablar.

Para analizarlos, veremos qué es el duelo según la psicología y en qué consisten las etapas que conforman este proceso, tanto en el caso del duelo por muerte como cuando se produce por otras causas, por ejemplo, una campaña dificultosa, una instalación de candidatura costosa, una monstruosa lucha contra las expectativas y hasta la potencial derrota.

«El duelo es el proceso psicológico al que nos enfrentamos tras las pérdidas y que consiste principalmente en la adaptación emocional a estas, si bien se trata de una experiencia compleja que engloba también factores fisiológicos, cognitivos y comportamentales, entre otros», sostiene la teoría.

Las 5 etapas de un político en campaña

Por definición, «la pérdida de cualquier objeto de apego provoca un duelo, si bien la intensidad y las características de éste pueden variar en gran medida en función del grado de vinculación emocional o de la propia naturaleza de la pérdida. Las pérdidas no siempre son físicas, sino que también pueden tener un carácter abstracto», agrega el análisis científico al respecto.

Por ello, se entiende que «las personas pasamos por un proceso de duelo cuando sufrimos una ruptura de pareja, cuando abandonamos el lugar donde nacimos de forma definitiva, cuando nos despiden de nuestro puesto de trabajo o cuando perdemos la movilidad en una parte del cuerpo; no obstante, el duelo por muerte es el tipo más relevante por la potencia con que afecta a la mayor parte de personas».

La psiquiatra suiza Elisabeth Kübler-Ross publicó en 1969 el libro «On death and dying» («Sobre la muerte y el morir»), en el que describió por primera vez las 5 fases del duelo. Para ello se basó en su trabajo con pacientes terminales en la Universidad de Chicago.

El modelo de Kübler-Ross divide el duelo en 5 etapas que tienen lugar de forma sucesiva; no obstante, años después insistió en que el proceso de duelo no es tan lineal y rígido.

Según afirma la autora «On death and dying», en primer lugar pasamos por la fase de negación y después por la de ira, la de negociación, la de depresión y, finalmente, la de aceptación de la pérdida. Para memorizarlas puede ser útil el acrónimo «NINDA».

1. Negación

Un político en campaña lo primero que hace es negar lo que las encuestas le dicen en la cara: está convencido de ser lo mejor para el futuro de la humanidad, y los sondeos le indican que la gente no se ha enterado. 

Por ello, las niega, culpa a sus hacedores, imagina complots en su contra. Busca y paga encuestas que le den como él sueña y las distribuye.

Con ello, se cierra al diagnóstico certero y se ilusiona con su propia autopercepción. Recurre a los hermanos Grimm y se mira en el botiquín del baño, cada mañana y pronuncia: «Espejito, espejito, ¿hay algún candidato mejor que yo?». Y recibe un «no» como confortable respuesta. Tras ello, sale a la calle a vender su humo.

2. Ira

«El fin de la negación va asociado a sentimientos de frustración y de impotencia con respecto a la propia capacidad de modificar las consecuencias de la pérdida», sostiene la teoría más famosa de la psicología en torno a la segunda etapa del duelo.

Y es que cuando se da cuenta de que el espejo propio le miente y que la sociedad le da vuelta la cara, la decepción es brutal. Frente a él -y lo hemos visto en algunas supuestas y pretendidas terceras fuerzas en Mendoza– no abre ya los ojos y, enceguecido, sale ya no a vender su habitual humareda, sino con los «puños llenos de verdades» y dice lo que se le canta.

Con ello, en lugar de sumar aplausos por su decidida sinceridad, recibe el desprecio por lo desencajado. Se le ignora. Resbala de los análisis.

Mira las nuevas encuestas y su imagen se ve borrosa, como que desaparece cual televisor descompuesto. Se siente parte de una treta propia de la serie «Black mirror» o un capítulo tramposo de «Stranger things». Siente parpadear luces a su alrededor, pero no está bajo el influjo de los reflectores, sino que percibe que se ha tornado una sombra intermitente en medio de la campaña… Sufre. Grita. Acusa.

3. Negociación / Culpa

«En la fase de negociación la persona guarda la esperanza de que nada cambie y de que puede influir de algún modo en la situación». 

Sí, es posible que no lo vaya a votar toda la gente que esperaba. Lo acepta, a medias. Cuando se mira en el espejo del baño, por la mañana, en los días previos al comicio determinante. Levanta y oculta la mirada en forma alternada. Intenta sonreir. Se miente a sí mismo después de haberle mentido a todo el mundo. Debe digerir una situación que de ninguna manera calculó al principio que podría sucederle, justo a él, a ella, quien fuere.

De tal modo, que empieza una etapa de búsqueda de un futuro posible, por corto que pudiere resultar: caerle mejor a la gente, para que tenga un buen recuerdo cuando yo no esté en exposición ni con cargo público; crear, tal vez, un ambiente propicio para la próxima oportunidad o mejor: empezar a pensar en cómo reciclarse para lo que viene, intentando identificar errores justo cuando nunca antes los había aceptado de su parte.

Ya no culpa al mundo de su mala performance, sino que empieza a verse armando «otra cosa». Ya les ha pasado a dirigentes que fracasaron no una ni dos, sino tres veces en sus intentos por gobernar Mendoza y terminaron consiguiendo un cargo seguro… y a otra cosa, digitando lo que se puede desde allí, sin pretensiones absurdas, hayan aceptado o no, finalmente, que la gente no los «traga».

4. Depresión

La cuarta etapa del modelo de Kübler-Ross sobre el duelo es la de depresión. «En este periodo la persona empieza a asumir de forma definitiva la realidad de la pérdida, y ello genera sentimientos de tristeza y de desesperanza junto con otros síntomas típicos de los estados depresivos, como el aislamiento social o la falta de motivación».

El hecho de perder, de enfrentarse a la propia derrota, puede hacer que la vida dentro de la actividad política deje de tener sentido, al menos durante un tiempo. Dice la teoría que «la fase de aceptación supone la normalización de estos sentimientos de tristeza tan naturales». Puede que el pozo en el que cae termine siendo el hábitat en el que vivía desde el principio, pero recién lo ve ahora. Se percibe en el fondo y mira hacia arriba, sin escalera ni soga a la vista…

5. Aceptación

«Después de las fases de negación, ira, negociación y depresión llega la aceptación de la pérdida y la llegada de un estado de calma asociado a la comprensión de que la muerte y otras pérdidas son fenómenos naturales en la vida humana».

Se da cuenta que en las condiciones en las que forzó su participación electotal era inevitable perder. La vida, los cargos, los salarios o dietas depositadas puntualmente cada último día del mes, haya trabajado o no, se haya destacado o no, lo hayan aplaudido o abucheado, le pasa completa como en un sueño por la mente.

«A otra rosa, mariposa», probablemente se esté diciendo. Y ahora solo busque no accidentarse con más espinas.

Dura la vida del político que juega a la democracia como si se tratara de un juego de azar. Ludópatas, al fin. Más para un diván que para una banca.

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