Me tomo el derecho al minutito para opinar de algún tema.
Bueno, hoy estamos muy con el dedito para arriba, tipo sentencioso, ¿no? Pero por ahí hace falta, tipo angelito en el hombro, ¿no? Tenemos un angelito y un diablito todo el tiempo diciéndonos cosas.
Me toca meter el dedo en la llaga, porque ayer arrancamos con un tema y la audiencia fue contundente al expresarse en torno a esta cuestión chavacana, horrible, que habla de una falta de evolución que tenemos al ensuciar espacios públicos, ¿no?
Hoy hemos vuelto a hablar desde otro punto de vista. Ayer se trataba de basurales en los cauces, hoy estamos hablando de la mugre en la calle y del esfuerzo que hacen los municipios para poder limpiarlo. El esfuerzo que nos cuesta plata a todos.
Pero hay muchas otras cosas que hablan no solo de los mendocinos, para que no nos autoflagelemos tanto, habla de los argentinos. Y permítanme aquí detenerme en el asunto de los exámenes para entrar a las residencias médicas en el país. Allí hay estudiantes de medicina, nada menos.
Empecemos por el principio: la medicina trata de preservar la salud de las personas y de curar las enfermedades de los que las adquieren. Bueno, esas personas que intentan ser médicos han evadido la rigurosidad de los exámenes. Aquí en Mendoza eso no sucede, por lo menos en la Universidad Nacional de Cuyo: son sumamente rigurosos a la hora de seleccionar quiénes entran a la carrera de medicina.
¿Qué sucedió en Buenos Aires? La gente copió. Hicieron grupos de Telegram con las respuestas de los exámenes, usaron hasta anteojos especiales para filmar las preguntas y que alguien les transmitiera las respuestas. Es decir, ir por la tangente, ir por zurda, buscar la trampa.
¿Saben cómo se llama esto? Esto tiene un nombre histórico. Ya habló el Martín Fierro en su momento. Bueno, a ver… José Hernández más bien lo ponderó, como que estaba más del lado de eso, ¿no? De que mejor la viveza criolla que otra cosa: «Hacete amigo del juez», «siempre hay un palenque ande rascarse».
No habla bien de nosotros. Habla de una sociedad que permanentemente está buscando el atajo, la tangente, el orillerismo, ir por donde no hay que ir, evitar la meritocracia. ¿Por qué? ¿Por qué si nos estamos mintiendo a nosotros mismos?
Permítanme que lo reflexione y les pregunte a ustedes, y lo dejo esto pendiente como una pelota que pateo para que alguien meta el gol: ¿por qué somos así los argentinos? ¿Por qué queremos tener médicos que no sepan de medicina?
Porque cuando se están copiando o están haciendo lo que han hecho, son personas que no van a haber aprendido la labor que se reciban. Mire, hablo del tema como disparador, ¿no?, del tema de los que copiaron en los exámenes de medicina, pero podríamos hablar de un montón de cosas.
¿Cuántos de ustedes han buscado un amigo en el gobierno para que les dé un turno para la licencia de conducir y se calientan cuando les dicen: “No, esto viene por sistema, hay que hacerlo online o llamar por teléfono”?
¿Cuántos de ustedes se han calentado porque no les dan algo por zurda o no se pueden colar en una fila?
¿Cuántos de ustedes habitualmente lo hacen en el supermercado o tratan de fingir algún tema de enfermedad para estacionar en un lugar donde no corresponde?
A ver, nosotros acá en el gremio de los periodistas sabemos que dueños de medios y sus hijas tienen estacionamiento particular de alguna municipalidad, como si estuvieran apurados por buscar una noticia. Y son los dueños. ¡Déjense! ¡Paguen la playa! Y los periodistas a veces no lo consiguen porque se cumplió el cupo también.
Ahí habla de los que van por la tangente, que son agentes del gobierno que se los da. ¿Por qué se lo das a un tipo que no está en la función?
¿Por qué también a veces en la política se va por la tangente? ¿Por qué la política elige los candidatos antes de que los vote la gente, cuando tiene asegurado el triunfo?
Muchos argentinos nos vamos por la orilla, por zurda. Y esto durante muchísimo tiempo. Y díganme si ustedes no lo hablan con sus amigos cuando van a comer un asado, lo cuentan como una hazaña: «No sabés la que logré», «No sabés lo que conseguí», «No sabés el amigo que tengo en tal lugar que me consigue tal cosa por zurda».
A ver… nosotros nos enorgullecemos de ser chantas. Pero no nos tiene que importar que en el mundo nos consideren chantas, como en muchos lugares saben que lo somos. Nos tiene que interrogar a cada uno de nosotros. Y decir: miren, por eso, de tan chantas que somos, no funcionamos muchas veces como sociedad.
Entonces, es una buena reflexión para hacer. Está bien esto de levantar el dedito. Uno como periodista por ahí está de más, pero a mí no me parece que esté tan de más en este momento, porque estamos en un momento que quiere ser bisagra entre dos etapas de la Argentina: una etapa que puede haber sido de la chantada, y una etapa nueva.

