El discurso del presidente Javier Milei el sábado pasado generó una verdadera «fiebre de sábado por la noche». Algunos bailaron, otros se concentraron en los episodios alrededor del evento, pero del contenido del discurso en sí, casi nadie está hablando.
El presidente realizó varios anuncios sobre proyectos que requieren aprobación del Congreso, un ámbito en el que su espacio tiene una minoría tanto en Diputados como en el Senado. Entre estos anuncios, Milei mencionó la necesidad de que el Congreso analice y avale un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, la baja de la edad de imputabilidad para quienes cometan delitos y el agravamiento de todas las penas en materia del Código Penal, enfatizando que deben endurecerse «todas, absolutamente todas».
Estos proyectos, que abarcan ámbitos económicos y de seguridad, podrían marcar el futuro del país. Sin embargo, el debate sobre estos temas sustanciales se ha visto eclipsado por cuestiones periféricas. Ni los legisladores ni los medios están enfocándose en discutir estas propuestas, sus implicancias o eventuales alternativas. ¿Qué están diciendo los legisladores? ¿Cómo votarían estas iniciativas? ¿Tienen otros proyectos para confrontar con los del presidente? No lo sabemos, porque el foco de atención ha estado en otro lado.
Gran parte de la responsabilidad recae en los medios de comunicación, que han puesto su mirada en el episodio protagonizado por el asesor presidencial Santiago Caputo y el diputado Facundo Manes. Un enfrentamiento en el que, según la evidencia, ni uno le pegó dos piñas al otro ni el otro tenía por qué acercarse a insultarlo. Manes, claramente, exageró el episodio para instalarse políticamente y posicionarse como candidato. Mientras tanto, el presidente, en vez de enojarse con su asesor, optó por atacar a Manes, a los radicales, a los periodistas y a cualquiera menos a quien debería.
El presidente Milei debe recuperar el eje. Debe seguir hablando de sus proyectos, sancionar lo que corresponda y, sobre todo, reconocer los errores de su entorno. Hay «orilleros del poder» que operan en sus márgenes, en sus periferias, y que también cometen fallos que afectan su gestión.
Un claro ejemplo de esta falta de eje es su reciente anuncio de demandas y juicios contra periodistas que lo criticaron por el caso del token Libra. En lugar de atacar a quienes informaron sobre el tema, lo lógico sería iniciar acciones legales contra quienes promovieron la estafa utilizando su nombre. ¿Acaso esas personas estaban autorizadas? ¿Alguien del entorno presidencial tuvo que ver con esto? En lugar de perseguir a la prensa, el presidente debería demostrar su desvinculación total del escándalo tomando medidas concretas contra los responsables.
El verdadero desafío es volver al eje y hablar de lo importante. No de los conflictos marginales, sino de las decisiones que definirán el rumbo del país.
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