Ayer hablábamos de algo muy interesante: cómo aprovechar las aguas grises, es decir, las aguas residuales que se generan en nuestras viviendas. Comentábamos que hay proyectos notables liderados por personas muy inteligentes —directivos, docentes e incluso estudiantes muy jóvenes— que están trabajando en soluciones sustentables desde las escuelas. Sin embargo, los medios no siempre les damos el espacio que merecen. Preferimos enfocarnos en la corrupción, la crónica policial o el escándalo de turno, en vez de visibilizar las experiencias educativas que construyen futuro.
Por eso, nuestra producción se puso en contacto con Carolina Barbusa, profesora de Sustentabilidad Ambiental y Alimentaria del Liceo Agrícola Domingo Faustino Sarmiento, una institución dependiente de la Universidad Nacional de Cuyo, para conocer de cerca uno de estos proyectos ejemplares.
“Desde el año 2016 los directivos de ese momento tomaron la decisión de implementar un sistema de tratamiento y reuso de aguas grises en la escuela”, explicó Barbusa. Ubicados en la zona del Pedemonte, donde la escasez hídrica es una preocupación creciente, aprovechar ese recurso se volvió clave para la huerta y el monte frutal del establecimiento. “Hacía falta un extra de agua y este proyecto nos vino muy bien”, agregó.
Pero no se quedaron allí. Hace dos años, la escuela firmó un convenio con el Departamento General de Irrigación para desarrollar una prueba piloto que consiste en reutilizar las aguas de los lavabos de los baños para riego por subirrigación. En este sistema, las cañerías están enterradas, lo que evita el contacto humano con el agua reciclada, haciéndolo seguro y viable para su aplicación en domicilios particulares.
Lo más interesante es que este proyecto no está encerrado en los muros escolares. “La idea fue justamente hacer esta prueba piloto para que quienes estuvieran interesados en implementar estos sistemas en sus casas pudieran acercarse a ver cómo lo hacemos nosotros”, explicó la docente.
La participación de los estudiantes no es simbólica: son protagonistas. “Para ellos es muy importante poder hacer. Hoy en día, los jóvenes están muy concientizados con los temas de sustentabilidad y trabajar en proyectos reales los motiva aún más. En nuestra escuela, que es técnica, estos temas son transversales desde primer año hasta que egresan”, detalló Barbusa.
Además del tratamiento de aguas, el Liceo Agrícola impulsa numerosos proyectos de extensión en los que los estudiantes transfieren sus conocimientos a otras comunidades. Por ejemplo, trabajan con cooperativas de pequeños productores en La Valle, enseñándoles buenas prácticas para la elaboración segura de alimentos y el manejo adecuado de los afluentes que estos procesos generan.
Barbusa destacó que este tipo de experiencias les da a los estudiantes herramientas concretas, no solo en términos de conciencia ambiental sino también en su proyección profesional. “El título que otorga la escuela es técnico, lo que les permite contar con una salida laboral al finalizar la secundaria. Hoy en día, darles esa herramienta a los chicos es muy importante”, subrayó.
El Liceo Agrícola no es solo una institución comprometida con la sustentabilidad: es también la única escuela en Mendoza certificada con normas ISO 9001 de calidad educativa. “Siempre estamos trabajando por mejorar el servicio educativo que les ofrecemos a nuestros estudiantes”, afirmó la profesora.
Si bien ingresar a una escuela de la Universidad Nacional de Cuyo puede parecer difícil, Barbusa aclaró que “este año tuvimos nuestra primera prueba piloto con exámenes de ingreso y fue muy satisfactoria”. La filosofía de la universidad es abrir posibilidades a todos los estudiantes interesados, aunque los cupos sean limitados.
La experiencia del Liceo Agrícola es inspiradora. Demuestra que la escuela no solo puede ser un espacio de contención, sino también de transformación. Y en un contexto donde Mendoza se enfrenta al serio desafío de contar con la mitad del agua disponible dentro de 30 años, educar con el ejemplo se vuelve urgente.
En un país donde a veces se subestima el valor de la escuela pública, iniciativas como esta deberían ser noticia todos los días. Porque como bien decía la entrevistadora al final: “Qué bueno sería que todas las escuelas compitieran, cada una en su individualidad, por ser mejor que la otra”.
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