El escritor argentino Martín Caparrós habló en el programa»Tenés que saberlo» por Radio Post en una charla mano a mano donde contó sus comienzos, sus viajes y sus desafíos para el futuro.
El prolífico escritor argentino Martín Caparrós participa de la Feria del Libro en Mendoza vía zoom presentando su nuevo libro, «La verdadera vida de José Hernández (contada por Martín Fierro)». En una charla a fondo con «Tenés que saberlo», por Radio Post 92.1, el escritor contó los detalles no solo de su libro, sino también sus comienzos en la literatura, los viajes que realizó y cómo sigue su trabajo cotidiano de seguir maravillando con su pluma.
«Tengo un arreglo con Miguel Rep, que hicimos un libro juntos últimamente, la vida de José Hernández contada por Martín Fierro. Entonces él viaja por todos lados y yo viajo alrededor de mi escritorio», señaló entre risas Caparrós, sobre su participación en la Feria del Libro.
– Hay que ver quién es el telonero ahí…
– El lo lee y yo soy el nabo que se queda sentadito en su casa, mientras él anda: ayer estuvo en Mendoza, el otro día estuvo en Entre Ríos, el otro día no sé dónde va a ir. Hay que dejarse utilizar de vez en cuando (risas).
– Está muy bueno el libro. En Memo anticipamos un fragmento y realmente es una locura, tanto lo que escribís como los dibujos de Miguel Rep, de alto impacto. Es como revisar toda la edición y contarla en crudo. ¿Qué pensaste cuando lo escribiste?
– Yo había escrito una novela sobre Echeverría y una novela sobre Sarmiento. Y se me ocurrió por esta tontería de la trilogía, que hay como un mito tonto de la trilogía, se me ocurrió completarlo con un tercer escritor argentino del siglo XIX, y obviamente el que correspondía ahí era José Hernández, porque son los tres como pilares de la literatura argentina del siglo XIX: Echeverría, Sarmiento y José Hernández.
En un momento me puse a leer un poco sobre su vida y a pensar cómo haría una novela sobre él y la verdad que no me dieron ganas, me aburrió no sé por qué el personaje, me aburrió la idea de volver a hacer una novela como ya había hecho, no me dieron ganas y lo dejé. Y un día se me cruzó por la cabeza, pero no consigo acordarme por qué ni qué estaba haciendo, que quizás podía ser interesante escribir la vida de José Hernández, pero contada por Martín Fierro, su personaje, en versos gauchescos, que Martín Fierro se vengara de algún modo del tipo que lo había inventado, contando quién era en realidad ese tipo y usando los mismos versos, las sextinas y las décimas que usó José Hernández. A mí me gusta mucho escribir verso antiguo, verso rimado, verso con una cantidad determinada de sílabas y demás, así que me la pasé muy bien tratando de armar una especie de falso Martín Fierro que contara la vida de José Hernández.

– Es como una especie de gimnasio de la palabra, por esto de la métrica y todo lo demás. Pasa con los haikus también, la gente que escribe haikus se pasa horas con eso y te agiliza muchísimo la mente y el ingenio me da la idea, ¿no?
– Me acuerdo siempre lo humillado que me sentí una vez que fui a entrevistar a Bioy Casares en el año 83 u 84, hace más de 40, y me contó que todas las mañanas, como para entrar en ritmo, escribía un soneto. ¡Hijo de puta! No me lo digas, por lo menos, que no me hagas sentir tan inferior.
– ¿Cómo se te dio escribir? Contanos el inicio de tu contacto con la literatura, porque me parece que puede ser contagioso.
– Yo siempre escribí, desde los 6 o 7 años me acuerdo de estar escribiendo poemitas de niño, pero me acuerdo que el primer poema en serio que traté de escribir fue como a los 8, más o menos, porque había estas fiestas en la escuela, que seguirá habiendo, en que los alumnos hacen cosas, escenas patrióticas. A mí me gustaba que me tocara subir al escenario para participar de la escena o para recitar, pero a veces me tocaba y a veces no, entonces se me ocurrió que si yo escribía el poema, me iban a tener que dejar subir a recitarlo.
Así escribí un primero para el Día de la Madres, que me acuerdo al principio nada más ‘vida nos has dado y de ello al lado, cariño y amor, el amor eterno que nos une a ti’. Una cantidad de cursilerías una tras otra, pero me dejaron subir y lo recité. Entonces seguí escribiendo: San Martín, Belgrano, la lista de próceres. Me pasé toda la adolescencia escribiendo poemas ya más oscuros, conflictuados y esas cosas de cuando uno es adolescente.
Después me tuve que ir de la Argentina y seguí escribiendo, pero no era lo principal que hacía. Nunca había escrito prosa, era algo que no se me había ocurrido hasta los 19 o 20 años. Un día de casualidad, en un lugar donde estaba trabajando en París, estaba medio aburrido y tenía una máquina de escribir eléctrica adelante, y empecé a escribir como sin querer, una escena del 25 de mayo de 1973, que fue el día que asumió Cámpora, que se acabó la dictadura de Lanusse, que yo que estaba en la Plaza de Mayo junto con mucha otra gente. Escribí eso, unas 5 o 6 páginas, lo imprimí, y me fui a comer un sándwich a una plaza.
Lo leí y dije ‘si yo pudiera seguir esto en algunas direcciones, con esto podría armar una novela’, y fue la primera vez en mi vida que se me ocurrió. Lo extendí, lo armé, lo pensé, estuve 3 años laburando en un libro que se llama ‘No velas a tus muertos’, y que es el primer libro que escribí hace como 45 años. Y después no paré nunca más, me pareció que eso era lo que me importaba hacer en la vida. Y lo sigo haciendo, el mes que viene sale otro.
– Al último libro lo escribiste casi como un legado, pero hay más libros ¿no?
– El mes que viene, no sé si es en octubre o en noviembre, sale uno que se llama BUE, que era como se llamaba Buenos Aires en las etiquetas de los aviones antes, como MDZ, que es Mendoza. Es una novela rara, fragmentaria sobre la ciudad. Trato de contar la ciudad a través de muy distintos personajes que se van entrecruzando y situaciones. Es una novela un poco extraña, pero que a mí me gustó hacer y tenía ganas de publicarla ahora, así que esto es lo más inmediato. Pero hay más, hay más, como no puedo correr maratones, tengo que sentarme acá y escribir.
– ¿Cuál es el libro que más te gustó? Tenés una diversidad de géneros y de textos. A mí me impactó mucho Valfierno, que es una historia de un argentino que se choreó la Mona Lisa, pero hay un montón de cosas que te impactan desde costados distintos y siempre te pegan en un lado diferente del cuerpo.
– Es difícil decirlo. De ‘El Interior’ es un libro del que tengo muy buen recuerdo, en el sentido de que en general me pasa que cuando termino un libro, estoy sobre todo pensando en lo que podría haber hecho y no me salió. En cambio con ‘El Interior’ tuve la sensación muy tranquilizadora de que había hecho todo lo que podía. Seguramente otro lo habría hecho mejor, distinto, lo que sea, pero para mí eso era lo mejor que podría haber hecho. Es una sensación rara, me da una vez cada 20 libros, con El Interior sucedió y me dejó muy contento con ese libro. Después suelo decir, casi que me lo creo, que el libro que más me importa haber escrito es uno que se llama ‘La Historia’, que es una novela inverosímil de 1000 páginas contando una civilización que nunca existió.
Depende de los momentos, pero estos dos son los que seguro participan y compiten en el campeonato. ‘El Hambre’ también, de algún modo, porque es un intento de contar cómo es un mundo en el que habría comida para todos, sin embargo hay 800 millones de personas que no comen suficiente. Es un libro que se publicó en muchos países y que me permitió desarrollar una cantidad de cosas, pero la verdad que no sé.
– Ahora que sale el libro sobre Buenos Aires, ahora que te has quedado quieto, recorriste casi todos los países del mundo y todo el territorio argentino, es una cosa que no ha hecho mucha gente, no sé si no sos el único que lo ha hecho acá en la Argentina, ¿no?
– Siempre hay más chiflados que los que uno cree. Pero por suerte pude ir a muchos lugares, algunos lugares me quedaron por ir también. Esta mañana justo hablábamos de eso con un amigo, porque esta tarde el Real Madrid juega contra un equipo en Kazajstán. Entonces me acordé de una vez hace años, hace 20 y tantos años, que le pregunté a Kapuciski, el gran cronista polaco,’si tú fueras mi jefe de redacción, ¿a dónde me mandarías?’ Cuál le parecía que era el lugar del mundo al que valía la pena prestar atención ahora. Y hace 20 años me dijo, ‘las repúblicas islámicas ex Unión Soviética’, o sea, Kazajstán, todos los que terminan en ‘tan’. Recordaba que al final no fui y me ha dado un poco de pena, como tantos otros lugares, pero es cierto que sí pude ir a muchos.
– Fuiste a casi todos los países no seas tan humilde…
– 190 y pico son la totalidad, yo no creo que haya pasado 120 o 120 y pico. Faltan muchísimos. Quería ir a Tombuctú también, un lugar como siempre dije ‘ay, alguna vez quiero ir a Tombuctú’. Eso queda en Mali, como en el centro oeste de África, y era una ciudad que en el siglo XV fue muy impresionante porque era el lugar donde se armaba un gran mercado permanente, que venían los beduinos y demás del norte de África trayendo sal del desierto, que era lo que ellos vendían, y venían unos conchudos de más al sur de África que traían esclavos, entonces cambiaban esclavos por sal.
Fue la capital de un imperio, en el siglo XV tenía edificios de 8 pisos hechos de barro, una cosa muy impresionante. Siempre pensé que alguna vez quería ir ahí y nunca fui, y durante mucho tiempo pensaba venir, no lo podía organizar, había que ir por un río que se seca la mayor parte del año, entonces nunca coincidía cuando yo podía iba. Y un día dije ‘quizás es mejor que no vaya por si acaso’, porque si uno hace todas las cosas que pensaba que quería hacer, después viene mal, es como peligroso.
– Te aburrís…
– Te aburrís o te agarra la huesuda (risas). Un día le conté esto a un tipo, tenía que laburar en la capital de Níger, y le cuento esto al tipo con el que tenía que laburar, que era un funcionario africano, y como él me dijo que era de Tombuctú, le conté esta historia. Entonces me dio un abrazo el tipo, se levantó y me dio un abrazo, y le digo ‘¿por qué?’ Y me dice ‘se ve que tú eres uno de los nuestros’. ¿Cómo de los nuestros? Claro que era de los nuestros porque era supersticioso, porque no quería ir a Tombuctú para no pagar el precio de haber ido a todas partes. Y el tipo sintió una cercanía intensa por eso, por cabulero.
– (Interviene el Profesor Ácaro) Un sobrino le puso Bakú al perro por la Fórmula 1. ¿Fuiste a Azerbaiyan?
– Yo no estuve, pero me contaron. En esa zona parece que hay como mezcla: hay un par de ciudades bastante feas, todo muy arquitectura soviética de los 70, que no tiene ninguna gracia. Pero está Zamarkanda, por ejemplo, que era como el centro de la Ruta de la Seda. Eso debe tener su chiste. Alejandro Magno fue conquistando Asia y fundando ciudades. La que más conocemos ahora es Alejandría porque le puso Alejandría, pero Zamarkanda también es una deformación de Alejandro, también la fundó él. Y hay restos de muy viejas historias que deben ser súper interesantes.

