Sería interesante que Argentina se plante en un lugar firme en el mundo y no dependa de los presidentes de turno. Es decir, si estamos con Cristina o con Néstor, somos chavistas; si estamos con Macri, somos internacionalistas. Recuerden que Macri se abrió a todos los países del mundo, incluyendo a China. De hecho, el presidente Xi Jinping tuvo varios encuentros con él.
Si estamos con Alberto Fernández, no sabemos qué somos. Recordemos que su canciller, Santiago Cafiero, tenía una postura ambigua: en Naciones Unidas votaba de una manera y, al mismo tiempo, teníamos un embajador ante la OEA que era absolutamente chavista. Entre ellos peleaban y discutían públicamente, mientras que Alberto Fernández, movido por razones poco claras, llevaba adelante su propia política internacional. Un ejemplo de esto fue cuando le propuso a Vladimir Putin que Argentina fuera la puerta de entrada de Rusia en América Latina, renunciando así a su occidentalidad.
A su vez, se prometió también a los chinos. Pero claro, los chinos quieren exclusividad, no comparten nada con Rusia. No tienen el pensamiento mágico de algunos políticos argentinos que creen que se puede ser amigo de todos y ver «quién pone más». Cristina Fernández, por ejemplo, habilitó a los chinos a tener una base en Neuquén, cuya finalidad aún no está clara: ¿científica o militar? En cualquier caso, entregó soberanía.
China no es solo una nación, es una cultura que, cuando avanza, se queda y destruye lo que había para imponer la suya. No respeta la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Es un buen socio comercial, un país interesante para visitar y admirar su innovación, pero si le das la mano, te agarra el codo. Por eso, Argentina debe pararse con firmeza y con un trasfondo histórico sólido. En otras épocas, lo tuvo.
Somos de Occidente, pensamos de determinada manera y nuestros aliados deben estar dentro de ciertos límites. No vamos a usar burka, no somos aliados de Hamás, que sí lo es de Venezuela. No somos amigos de Irán. No queremos ser como ellos ni como China, donde está prohibido ser homosexual o donde los sindicatos y las marchas están prohibidos.
Resulta contradictorio que dirigentes peronistas se integren a la Internacional Comunista China. ¿Quieren ser como China? Porque allá no los van a dejar ser corruptos: los van a fusilar o desaparecer.
Lo que está pasando con Argentina y su posicionamiento internacional no puede depender de simpatías personales o momentos políticos. Por más que sea atractivo aliarse con Donald Trump, esto es solo momentáneo. Trump estará un tiempo y se irá, lo mismo que Milei. Lo que necesitamos es una Argentina que sepa bien dónde está parada.
Juan Bautista Alberdi lo entendía claramente: propuso una organicidad política e internacional en América Latina que garantizara que, si algún país se alejaba del republicanismo y del liberalismo, los demás pudieran intervenir para corregir el rumbo. Hoy, América Latina está llena de gobiernos erráticos. En Colombia, en Chile, en Bolivia, no está claro hacia dónde van. En El Salvador hay un presidente peculiar. En Ecuador, la estabilidad pende de un hilo, y en abril, con la segunda vuelta electoral, el chavismo podría regresar.
Ayer, Argentina se abstuvo en una votación clave, lo que la llevó a alinearse con Vladimir Putin en contra de Volodímir Zelenski, presidente de Ucrania y aliado de Argentina. Claro, Zelenski está en una situación especial porque su mandato terminó el año pasado, pero al estar en guerra, se lo ha prorrogado.
Trump, que es amigo de Putin, no porque sean cercanos personalmente, sino por intereses estratégicos, marcó un camino, y Argentina lo siguió. Sin embargo, cuando Milei se reunió con Trump por 15 minutos, como comentó anoche el canciller Gerardo Wer, no planteó nada concreto para Argentina. No se quejó por los aranceles al acero ni a otros metales impuestos por Trump. ¿Para qué fue entonces? ¿A festejar un cumpleañitos?
Argentina necesita personalidad, seniority, posicionamiento. O, dicho en términos más directos, huevos para plantarse ante el mundo. Pero para eso, primero tiene que estar sólida internamente, convencida de lo que quiere para su futuro. De lo contrario, seguimos estando «de regalo», con un tarrito en la cabeza.
La entrada Argentina y su lugar en el mundo: ¿Principios o conveniencia? se publicó primero en Gabriel Conte.

