Quiero tomarme unos minutos de la mañana para contarles algo. Pensaba hablar de lo que pasó en el Congreso de la Nación, en ambas cámaras, pero finalmente creo que lo podemos dejar para más tarde en la mesa. Ahora me quiero concentrar en algo que está pasando aquí cerca, y me refiero a un caso real que ocurrió en un barrio privado del cordón verde del Gran Mendoza. Sí, voy a decir el lugar porque creo que hay que decir las cosas como son: en la zona de Los Corralitos. No voy a identificar el barrio específico porque los vecinos ruegan que no se difunda. Están tan hartos de lo que pasa que tampoco quieren que el barrio se venga a menos en términos de cotización de sus propiedades, debido a la inseguridad que están viviendo.
¿Qué es lo que les está pasando? Todos los días les roban todo. Esto es capicúa: todos los días les roban todo. Entran y, si pueden, se llevan todo, hasta la grifería. La policía va, toma nota, y se va. No los persiguen, no los encuentran, no recuperan lo robado.
En algún momento, en esta provincia, lo robado se juntaba en un galpón de Defensa Civil, y se llamaba a los presuntos propietarios para que, llevando una certificación o factura que demostrara que eran los dueños, se les devolviera lo suyo. Miren, lo lógico hoy en día parece la excepción. Hay una simulación de seguridad, porque esto de que todos los días les roben y la policía vaya todos los días sin que se solucione, es pura simulación.
¿Qué pasó hace tres o cuatro días atrás? Ya perdí la cuenta. Hartos de esta situación, porque no pueden dormir, no por la luna azul sino porque entran ladrones todos los días (y debe ser la misma banda desde hace 5 años), un vecino, cansado hasta la coronilla, salió con una escopeta cargada con balas de goma y empezó a disparar al aire.
Miren, ustedes ya saben, y si no lo saben, se los cuento: soy la persona que más promociona el desarme en Argentina, pero comprendo a este vecino. Salió con la escopeta, hizo unos disparos al aire. Eran balas de goma, que si caían tenían cierto peligro, pero no tanto como las balas normales.
¿Qué pasó después? Cayeron seis móviles policiales a su casa para interrogarlo, buscarlo, acusarlo a él. Y entonces él les dijo: «Ya que hay seis móviles aquí, dos o tres podrían ir a perseguir a los tipos que se están llevando las cosas, que se están robando». Pero dijeron que no, que no podían, básicamente.
Entonces, tenemos una policía que quizás está con los brazos caídos o que no es tan profesional como se esperaba. Pongámosle que no tiene los recursos, que es la excusa que siempre dan, y unos jefes que no están cumpliendo con la tarea que deberían cumplir.
¿Qué pasa en esa zona? ¿Qué está pasando? La gente empieza a sospechar que los están encubriendo. A lo mejor no los están encubriendo, a lo mejor no tienen los recursos, o quizás no es ninguna de estas dos cosas. Pero, ¿cuál es la cosa? Que hace 5 años que les roban todo, todos los días, y nadie puede resolver este nudo de inseguridad, que es un factor central para vivir tranquilos, desarrollarse, dormir por la noche, levantarse temprano, ir a trabajar, llevar a los chicos a la escuela, volver y saber que, cuando llegues, vas a tener tu cama y que no se la han llevado.
No estoy exagerando. Hay gente a la que le han llevado todo más de una vez. Bueno, es un simulacro de seguridad. Menos promesas grandilocuentes a futuro que no se pueden cumplir, y más acción. Porque la gente no va a apoyar al gobierno solo por lo que diga que quiere hacer; lo va a apoyar cuando la seguridad se sienta en la puerta de su casa. Y no me refiero a un móvil, sino a que sientan la seguridad en su piel.