Vamos a tomarnos algunos minutos para reflexionar. Hemos estado todo el fin de semana charlando sobre varios temas: la presentación del presupuesto, Milei, Mendoza, la eliminación del EPAS, el Código de Aguas… Montones de cuestiones que uno discute con dirigentes, empresarios, políticos, amigos y familiares.

Por suerte, también se habla de temas importantes, no solo de lo que uno ve en la tele, las series o el fútbol. Por ejemplo, Colapinto, que ya nos tiene un poco hartos, pero que, al mismo tiempo, nos llena de orgullo. Nos faltaba alguien en ese deporte, y ahí está el pibe, al que le va de maravillas.

¿Qué quiero decir con esto? He encontrado canales paralelos para analizar estos temas, donde, con los mismos argumentos, uno puede estar tanto a favor como en contra de lo que hace el gobierno, fácilmente. Entonces, ¿qué pasa? Están ocurriendo cosas muy distintas a lo que solía pasar en la política. De hecho, el gobierno nacional es bastante diferente de los otros gobiernos que hemos tenido, por lo tanto, no podemos esperar lo mismo ni analizarlo con las herramientas con las que lo hacíamos antes.

En Mendoza pasa algo similar. Analizamos a Cornejo con las herramientas del primer Cornejo, pero este Cornejo es realmente otro, distinto. A algunos les gusta, a otros no tanto, pero lo que falta en Mendoza es una oposición con un liderazgo fuerte, capaz de catalizar las broncas de quienes critican a Cornejo. No hay un liderazgo del otro lado, desde la oposición.

Mientras tanto, Cornejo sigue recogiendo frutos. ¿Por qué no lo haría? ¿Por qué se negaría a seguir liderando si no tiene competidores? Y esto no es culpa de Cornejo, es culpa de los otros.

Uno de los temas que discutimos el fin de semana, y que de hecho escribí en el diario Memo, es sobre qué más hace falta cerrar dentro del Estado porque no está funcionando. Hablamos, por ejemplo, de LEAS el viernes pasado. Tuvimos una conversación con el Superintendente General de Irrigación, Sergio Marinelli, y le cuestionamos que no puede simplemente comentar lo que ocurre, como un Macaya Márquez de la política, porque él ha sido protagonista. Las cosas han estado mal durante mucho tiempo y recién ahora se dan cuenta de que no funcionaban.

Marinelli fue muy claro: el EPAS, tal como estaba, no funcionaba. Teníamos una cantidad de funcionarios en distintos niveles que no hacían nada o lo que hacían no servía. Si bien sus empleados le ponen ganas y controlan la calidad del agua, a nivel general, ¿por qué tenemos tantas áreas en el gobierno llenas de gente que no inciden o que pueden ser reemplazadas fácilmente? Eso es lo que está pasando.

Entonces, la pregunta es: ¿qué otras áreas del Estado hay que cerrar? Cuando mencionamos los consejos deliberantes, se armó una corriente subterránea. En la superficie, nadie se hizo cargo, ni siquiera los concejales, que ni contestaron. Algunos se comunicaron en privado, algunos para criticar, diciendo que cerrar un cuerpo deliberativo es antidemocrático. Bueno, está bien, pero ¿funcionan o no funcionan? ¿Sirven o no sirven?

Un concejal quiere ejecutar, pero en el Ejecutivo no lo dejan. Todo lo que propone se lo rechazan o, si se lo aprueban, nadie lo cumple. Entonces, ¿para qué están? ¿No sería mejor cerrarlos?

Hay intendentes que están de acuerdo con esta idea y buscan consenso para decirlo públicamente. Muchos concejales me han dicho: “Tenés razón, Gabriel, hay que seguir hablando del tema para que la gente se dé cuenta de que cerrar los consejos deliberantes no es algo malo, sino positivo, parte de un círculo virtuoso”. Podríamos pensar en un cuerpo consultivo de vecinos, por ejemplo, que colaboren y participen activamente.

No se trata de volver a los consejos de antes, que eran ad honorem y donde los ricos se reunían para beneficiarse a sí mismos. Hay que evolucionar, mirar hacia el futuro y ver cómo se hace. Los involucrados son los que tienen que discutirlo primero.

Entonces, ¿qué más se puede sacar del Estado que no sirva? Dejo la pregunta planteada para que sean ustedes los que respondan.