En estos días, Mendoza atraviesa un momento especial con la realización de la Cumbre de Minería Sostenible. Es una instancia que marca un antes y un después en la forma en que la provincia asume el desafío de diversificar aún más su matriz productiva. Aunque Mendoza ya se encuentra más diversificada que otras provincias que dependen de una sola actividad o, incluso, exclusivamente del empleo público, la realidad es que «viene bien, pero no está bien».

Durante mucho tiempo, Mendoza ocultó su necesidad de abrirse al desarrollo minero, una actividad que promete generar empleos de calidad, bien remunerados y con impacto positivo en múltiples sectores. Sin embargo, esta oportunidad ha sido resistida por sectores que, desde una mirada egoísta, temen no poder competir con los salarios de la minería. Esta postura ha bloqueado un crecimiento que podría beneficiar a toda la provincia.

Hoy, el ministro de Producción, Rodolfo Vargas Arizu, asegura en una columna en el diario Memo que la minería y la ruralidad no son actividades incompatibles. Ejemplos como Australia, Canadá y el propio Chile demuestran que ambas pueden coexistir de manera armónica. Por supuesto, se requiere de mecanismos de alerta efectivos para prevenir y mitigar cualquier incidente, garantizando que los accidentes sean manejables y se eviten en la medida de lo posible.

La vicegobernadora Casado, en otra columna publicada el mismo día, lo califica como una “ventana de oportunidad”. Y no es para menos: mientras provincias vecinas como San Juan, Catamarca, La Rioja, Salta, Jujuy y Neuquén han sabido aprovechar las oportunidades que la minería les ha ofrecido, Mendoza ha dejado pasar el balón. Ahora, por primera vez en mucho tiempo, parece dispuesta a atraparlo para dar el salto que tanto necesita.

Históricamente, Mendoza ha sido mencionada como la “California Argentina”, según Sarmiento. Sin embargo, su desarrollo quedó estancado. En 1925, contábamos con trenes que transportaban vinos desde las bodegas hasta el puerto de Buenos Aires. Hoy, esa infraestructura es solo un recuerdo, y apenas discutimos la posibilidad de conectar a San Martín con la capital mediante un tren de pasajeros.

No estamos atrasados, pero sí estancados. La minería, en este contexto, podría ser el impulso necesario para avanzar hacia una Mendoza más dinámica, donde haya más recursos en los bolsillos de los mendocinos y donde se deje atrás la romantización de la pobreza. Porque ser pobre no está bien, y cada mendocino merece la oportunidad de construir la vida que siempre soñó.

Es tiempo de estar atentos a lo que se decida y haga en estas reuniones clave. Aunque muchas resoluciones se tomen en privado, sus repercusiones pueden transformar la economía provincial y abrir un camino hacia el progreso. Este es el momento de Mendoza, y hay que aprovecharlo.