Existen cuestiones que no se pueden modificar, por más decretos, reuniones o leyes que se promulguen. La relación entre Mendoza y Chile es una de ellas: el agua cruza por las acequias, fluye por donde tiene que fluir, y esto lo determinan las sociedades. Como dice la historia, cuando a los mendocinos les convino, viajaron a Chile, y cuando a los chilenos les convino, vinieron a Mendoza. Vamos y venimos.

Sin embargo, la Cordillera, que podría ser un punto de unión, se ha convertido en un escollo. Los pasos fronterizos presentan problemas que nadie parece saber solucionar. Mientras que en otros lugares del mundo las fronteras se cruzan sin complicaciones y las instituciones se encargan de los controles, aquí la experiencia suele ser muy distinta.

La relación entre Mendoza y Chile no es nueva, existe desde hace cientos de años. Por ejemplo, antes de la llegada de los inmigrantes y del auge del vino, Mendoza exportaba jabón a California vía Chile, una muestra de la industrialización criolla. Esta relación es tan natural que se da por sí sola, aunque Buenos Aires no la entienda ni se pueda avanzar en una negociación subnacional. Mendoza no tiene la posibilidad de contar con una cancillería propia para tratar directamente con Chile, a pesar de las similitudes y los vínculos históricos entre ambas regiones.

Aun así, esta conexión trasciende lo territorial. Chile es parte de Mendoza y Mendoza es parte de Chile. Incluso, en ocasiones nos peleamos, pero siempre es desde un vínculo casi fraternal.

Recientemente, cinco senadores nacionales de la región de Valparaíso, pertenecientes a distintos partidos políticos, se han unido para trabajar por la relación con Mendoza. Este grupo, que incluye desde socialistas hasta figuras de derecha y progresistas, está llevando adelante iniciativas en conjunto con la Universidad Nacional de Cuyo. El próximo 5 de diciembre se celebrará un simposio en Valparaíso, denominado «Pasos en Tauro», para discutir mejoras en la vinculación, conectividad y condiciones generales entre Mendoza y Chile.

Este esfuerzo de los legisladores chilenos es digno de destacar y valorar. Mientras tanto, es necesario reflexionar sobre la falta de un «lobby mendocino» fuerte que defienda los intereses de Mendoza en Buenos Aires. Es fundamental que los representantes mendocinos —sean radicales, peronistas, libertarios o de cualquier ideología— trabajen codo a codo por la provincia, con el mismo compromiso que han mostrado los legisladores chilenos.

En un contexto donde las cancillerías y consulados a menudo carecen de fuerza o efectividad, la unión de los senadores chilenos por fortalecer la relación con Mendoza es un ejemplo a seguir. Es momento de que los legisladores mendocinos hagan lo mismo, dejando de lado las diferencias para defender los intereses de la provincia.