Me tomo unos minutitos todas las mañanas, o casi todas, para comentar algún tema que queda en la superficie, que hay que señalar y destacar. Me pareció importante retomar la forma en que el ministro de Desregulación, Federico Sturzenegger, explica —traducir es la palabra adecuada— al presidente Javier Milei.

Milei, cuando habla, exacerba los conocimientos que tiene en materia de teoría económica, fundamentalmente de las corrientes teóricas de la economía y las discusiones que hay entre ellas. Esto es algo que poco le importa al resto de la población, pero tiene sus razones: es un hombre que viene de esa experticia. Lo que hace Sturzenegger, que también está formado en este ámbito, es explicar de alguna manera el porqué de las decisiones que está tomando el gobierno nacional. Lo hizo en Mendoza de una manera magistral, desde mi punto de vista, cuando planteó qué es una desregulación.

A veces abusamos en los medios de comunicación y en la política de términos ya establecidos, de palabras usadas que forman parte del discurso, pero que la gente no comprende ni utiliza en su día a día. Entonces, pueden entender cualquier otra cosa, incluso lo contrario.

A ver, ¿qué es la regulación? Cuando algo se regula, es porque se le pone una intermediación, hay un intermediario más. A veces esa intermediación es innecesaria. ¿Qué pasa? Hay sectores que quieren meter mano en determinadas actividades, y por lo tanto inventan que, antes de que las cosas sucedan, tienen que pasar por ellos. Esto genera burocracia, retrasa los procesos y evita que las cosas lleguen como deberían a su destino.

Voy a ponerlo en otros términos. Esto pasa mucho en el comercio, por ejemplo. El productor vende a 3 pesos, pero en el supermercado lo consigues a 300 pesos. Ese es el punto: en la intermediación todos ganan un poquito. En los asuntos del Estado pasa lo mismo: hay muchas cosas innecesarias. Se meten sindicatos, corporaciones empresarias y otras corporaciones, como colegios profesionales, que quieren que haya que hacer trámites con papeles, sellos y estampillas antes de que algo pueda suceder. Esto ha pasado en las exportaciones de Argentina, y ni hablar de las importaciones. Siempre hay intermediarios que complican el proceso, lo que hace que conseguir el resultado sea como remar en dulce de leche.

Sturzenegger explicó que la desregulación es, en definitiva, la simplificación. Si algo puede hacerse de manera simple y sencilla, ¿por qué no hacerlo así? Usar el celular, por ejemplo. ¿Por qué seguir apostando a intermediaciones interminables?

Les voy a contar algo. Cuando uno habla con políticos que no saben qué hacer con el cargo que tienen, dicen: «No, bueno, hay que regular esto para que la gente se ubique, hay que educarla». Entonces, te prohíben una cosa, te piden un carnet para otra, te ponen un montón de condicionamientos. A ver, ¿ustedes han ido a hacer la licencia de conducir? Se está mejorando, pero hasta hace poco te decían que el trámite era digital, y cuando llegabas a la oficina te hacían imprimir todo, porque la base de datos nacional no estaba interconectada con la municipal. Hay un montón de cosas así. Les encanta a los políticos hacer leyes todo el tiempo para prohibir cosas o poner estamentos intermedios entre lo que necesitás y la satisfacción de esa necesidad.

Lo mejor sería que nos dejen vivir la vida, y que nos castiguen solo cuando nos salgamos del margen, cuando nos desbordemos. Pero no empecemos por prohibir, regular, generar papeleo, sellos, trámites por ventanilla. Ustedes ya lo saben mejor que yo.

El viernes pasado, Sturzenegger habló aquí, en la convención del Instituto Argentino de Ejecutivos en Finanzas (IAEF). Dio un gran discurso y mencionó que, en los años 90, Australia comenzó importantes reformas, que luego continuaron. Hoy, viven una realidad muy diferente a la nuestra. Si comparamos a Argentina con Australia, vemos una gran distancia en cuanto a la calidad de vida.

Sturzenegger explicó algo más y puso un parámetro a alcanzar. Dijo que en Australia nadie revirtió las reformas de los 90 porque el gobierno generó confianza. Mostraron que eran confiables, que no estaban allí para beneficiarse con las normas que aplicaban. Eso es lo que debe conseguir el gobierno de Milei, y el propio Sturzenegger. Él mismo dijo que tienen que generar confianza, que la gente se dé cuenta de que no vienen a robar, ni a hacer normas para su propio beneficio, sino para todo un país.

Miren el desafío que planteó. También mencionó que las reformas de los 90 en Argentina, durante el menemismo, se vinieron abajo cuando la gente se dio cuenta de que algo estaba mal. ¿Y qué fue? La corrupción. La corrupción tiró abajo todo lo que fueron las reformas de Carlos Menem.

Vaya desafío: generar confianza, no solo en los mercados, sino en la población. Nosotros, como ciudadanos, debemos ver que el gobierno tiene buenas intenciones.