La educación es el factor clave para cambiar el rumbo de Argentina. Tal como mencionó Evangelina Argüello más temprano, si a los chicos les sigue yendo mal, nos irá mal a todos. Porque estos chicos no son ajenos; son nuestros hijos, nietos, y, en definitiva, son el futuro de nuestro país.

Hoy, la educación que reciben no está funcionando. No se trata de buscar culpables, sino de reconocer que necesitamos cambios profundos. La Argentina atraviesa un ciclo repetitivo de frustraciones, y aunque muchos depositan sus esperanzas en misticismos o profecías como las de Parravicini, el cambio solo llegará con acciones concretas, no con fantasías.

El informe del Observatorio Argentinos por la Educación, publicado en Memo (memo.com.ar), expone una realidad alarmante: los resultados de las pruebas Aprender muestran que los estudiantes están en niveles críticos en áreas fundamentales como Matemáticas y Lengua. Durante el gobierno anterior, incluso se llegó a culpar a estas evaluaciones, como si examinar el nivel educativo fuera algo perjudicial.

Pero la verdad es que el mundo cambia constantemente, y nosotros debemos adaptarnos. Si los docentes no se actualizan, ¿cómo pueden preparar a los chicos para un futuro en el que las habilidades y el conocimiento son esenciales? La falta de repertorio lingüístico no solo afecta la comunicación, sino que, como sociedad, nos lleva a reemplazar las palabras por violencia. Y cuando no sabemos matemáticas, no entendemos conceptos básicos como la generación de riqueza, creyendo que el dinero aparece mágicamente.

La realidad es otra: para vivir hay que trabajar, para trabajar hay que saber, y para ganar mejor hay que capacitarse. Todo requiere esfuerzo, y ese esfuerzo debe comenzar con la educación. Necesitamos un compromiso colectivo para enseñar, aprender y construir una Argentina donde cada persona pueda alcanzar sus sueños a través del conocimiento y el trabajo diario.

El cambio está en nuestras manos, pero primero debemos aceptar la necesidad de empezar desde cero, con la educación como pilar central. No hay atajos, solo dedicación y esfuerzo.