Hoy quiero compartir con ustedes una experiencia que vivimos los periodistas al cubrir las sesiones de la legislatura. En estos espacios se debaten temas que, aunque a veces pasan desapercibidos, tienen un gran impacto. Es en esos momentos cuando se siente la responsabilidad de los legisladores no solo de votar, sino de fundamentar su postura con argumentos sólidos.

Recuerdo, como lo he mencionado en otras ocasiones, cuando de joven asistía a escuchar los discursos en la legislatura. Entonces, los debates se centraban en los argumentos. Los legisladores, sin distracciones como celulares o cámaras en vivo, temían quedar en ridículo si su oponente presentaba una mejor fundamentación. Cambiar de opinión ante argumentos sólidos no se consideraba mal visto.

Sin embargo, lo que se ve ahora es distinto. Existen mayorías que, aunque puedan aprobar lo que quieran, no pueden evitar que las minorías se expresen. Estas tienen varias estrategias: algunas optan por el escándalo para llamar la atención, otras por una argumentación seria, dejando en evidencia a la mayoría. Sin embargo, la chicana y el comentario vacío, como si de un programa de radio humorístico se tratara, también están presentes.

Un ejemplo reciente fue el debate sobre la privatización de IMSA, la primera privatización de la era Milei. La sesión dejó claras las diferencias en la calidad de los discursos. Mientras que Félix González, del Partido Justicialista, expuso sólidos argumentos sobre por qué IMSA debía seguir siendo estatal, otros, como el senador Magistretti del Partido Demócrata, presentaron discursos vacíos de contenido, llenos de obviedades.

El debate en la legislatura es una muestra del nivel y la calidad de los legisladores. Si bien hay figuras destacadas, no todo es blanco o negro. El parlamento está lleno de matices y colores, y es importante que más personas presten atención a lo que allí sucede, no solo los periodistas.